Las
primeras luces del alba iluminan la imponente fachada de la Parroquia
de la Concepción Inmaculada. A pesar de la temprana hora, la alta
temperatura vaticina que este día de los inicios de verano será
caluroso.
Las
puertas del templo parroquial se abren y una sencilla Cruz de madera
se alza hacia el cielo de Sevilla para iniciar su andadura. Tras
ella, un centenar de peregrinos, hombres, mujeres y niños, con las
mochilas sobre sus espaldas, inician nerviosos y emocionados, el
camino.
Este
viernes es día laborable. Los transeúntes y los automovilistas
madrugadores que se dirigen a sus ocupaciones, ven pasar con
curiosidad a un centenar de peregrinos que caminan por las calles y
avenidas de Sevilla.
Alguien
nos mira y nos sonríe abiertamente.
Gracias
por tu sonrisa, seguro que deseas preguntarnos muchas cosas pero vas
con el tiempo justo a tu trabajo y no puedes entretenerte. Nosotros
tampoco podemos detenernos a responderte, porque el camino de hoy es
largo, muy largo, y se nos viene el tiempo encima.
Por
eso, ahora que tanto tú como nosotros tenemos tiempo, te vamos a
contestar encantados a todas tus preguntas, para satisfacer tu sana
curiosidad.
Mira…
somos los peregrinos de Nervión y acabamos de salir de la Parroquia
de la Concepción. Vamos andando al Rocío, llegaremos en la mañana
del domingo.
Sí,
como ves, todas nuestras cosas las llevamos encima, en la mochila. En
el remolque de un tractor que nos espera a las afueras, va nuestra
comida. Unos peregrinos que se sacrifican por los demás, nos
preparan los desayunos, los almuerzos y las cenas. Dormimos en el
suelo.
Claro
que está lejos, unos ochenta kilómetros. Ahora vamos hacia la Base
Militar de El Copero; tras cruzarla, caminamos hasta llegar a la
orilla del rio; nos montamos en la barca y desembarcamos en Coria;
después continuamos hacia La Puebla; seguimos caminando entre los
arrozales en busca de los pinares donde pasaremos la noche. El sábado
muy temprano comenzamos a caminar, pues tenemos que llegar pronto al
Vado del Quema; continuamos hacia Villamanrique; dormimos en una
finca cercana a la Raya. El domingo madrugamos muchísimo, la Raya
Real, Palacio, la “Raya chica”, el Ajolí… Y, por fin, llegamos
al Rocío.
¿Qué
por qué lo hacemos? Porque, ante todo, somos cristianos y devotos de
la Virgen María; porque nos gusta y porque disfrutamos peregrinando
todos juntos hacia Ella.
Si,
rezamos, claro que rezamos todos los días. Rezamos y cantamos ante
los Simpecado de Coria, de La Puebla y de Villamanrique; en la barca
de Coria, en El Quema, en La Raya, en el Ajolí, en los pinares…
Rezamos el Ángelus y el Rosario. Cantamos muchas veces la Salve. Y
escuchamos la Palabra de Dios. El domingo, a medio día, celebramos
la Santa Misa ante el Pastorcillo Divino y la Virgen del Rocío.
¿Qué
si es cansado y duro el camino? Claro que sí, pasamos muchísimo
calor, la mochila pesa, a veces pasamos sed, dormimos mal, las
piernas se nos cansan, en los pies nos salen ampollas y nos pican los
mosquitos. Pero somos felices caminando para ver a la Virgen, pues
como dice la plegaria que cantamos:
Este
es el camino que a mí me gusta, esta es la manera de yo quererte,
venir de peregrino hasta tu Ermita, cantando sevillanas junto a mi
gente.
Como
ves, caminamos juntos. Los peregrinos somos una familia. La
Peregrinación ocupa un lugar muy importante en nuestras vidas. Todo
el año estamos, como dice la sevillana, “soñando
con el camino”.
Mantenemos entre nosotros unos fuertes vínculos afectivos. La
Peregrinación anual propicia una fraternal convivencia cristiana
durante todo un año de ilusionados preparativos y organización. Sí,
somos una familia, una gran familia.
Gracias,
muchísimas gracias por tu cariñosa sonrisa, por desearnos Buen
Camino y por decirnos:
¡Vivan
los peregrinos de Nervión!
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